miércoles, 23 de marzo de 2011

Tengo vida

Estaba oscuro, solo una luz rojiza iluminaba el pequeño laboratorio del biólogo Litt Sabonska, quien estaba agazapado en una esquina, encerrado en sus pensamientos. Todo estaba cálido, como si la estufa estuviera a máxima potencia. Los tubos plásticos, conectados a distintas máquinas que giraban y revolvían los líquidos transparentes y rojos que estos llevaban, se balanceaban lentamente en un vaivén que el científico no notaba. Era un espacio cerrado, sin ventanas y con solo una puerta trancada con varios candados y cerrojos. No se podía ver para fuera, ni sentir la luz del sol, ni saber si ya era de dulce noche, y, tampoco se podía ver para dentro las cosas que sucedían.
Un ventilador trataba de enfriar un poco la esquina donde Litt padecía de la peor tortura que podría un hombre padecer, la de sus propios pensamientos atormentándolo. Estaba frente a un frasco enrome, con líquido dentro. Sus manos sostenían su cabeza, ya que estaba a punto de caerse. En su ojos café claro se podían ver los rastros de las lagrimas derramadas durante horas, y en su piel mestiza los azotes silenciosos de sus uñas al castigarse inconcientemente.
Oh, pobre Litt, nunca podrá perdonarse lo que hizo hace casi 2 meses, ¿Como fue capaz de permitir aquella atrocidad? ¿Cómo no pensó en las consecuencias? ¿Y por qué no lo paró antes? Claro, principios, siempre fue un hombre de ideales claros y definidos. Nunca pensó que tener estas ideas lo llevaría hasta este punto. ¿Y, sin embargo, esto mismo no va en contra de sus ideales? Sin embargo todo fue un accidente, un descuido, nada intencional. Se fue un momento de su oficina, dejando sus aparatos funcionando. Si tan solo no hubiera hecho eso. Suerte que su equipo de trabajo está en otro país buscando fondos para una nueva investigación, por que o si no habrían descubierto esto mucho antes.
Aunque podría haber sido mejor, ellos lo hubieran parado hace ya tiempo. No, esta debe ser la peor decisión que tomó en su vida. Y es el momento de otra, tal vez peor y muy dolorosa. No puedo pensar siquiera en los problemas y en el sufrimiento que me causa cualquiera de las opciones que tengo.
Y eso que tuve la oportunidad de detenerlo, a pesar de ir contra sus principios. Aquí, haber hecho lo que tenía que hacer es completamente legal. Aunque, teóricamente hablando, sigue siendo legal. Pero no puedo detenerlo, ya no es cualquier cosa, o sea, para mi, nunca lo fue. Y ahora mucho menos. No puedo hacerlo, todos mis principios, mis ideas, las cosas en que he basado toda mi vida va en contra de hacer esto. Aunque también mis mismos ideales van en contra de lo que estoy haciendo. Debo de ser el tipo más desgraciado del mundo. Maldita libertad, si en este momento no la tuviera, realmente no sería culpable de mis actos. Si alguien entrara por esa puerta y me amenazara, podría librarme de esta culpa, por lo menos en parte. Pero tengo todo hecho especialmente para que nadie sepa, para que nadie entre, para que nadie pueda llegar a tomar medidas sobre esto.
Un pito de alarma empezó a sonar en una de las máquinas que estaban conectadas al gran tubo en frente de mío. Obviamente dudé en si arreglaba el problema, o dejaba que este terminara de una vez por todas con esta carga. Lo miré varios segundos, pero al final me paré e introduje un líquido desde una jeringa hasta dentro de la máquina. Pronto el sonido dejó paso a un silencio roto solamente por el giro de las aspas de mi ventilador y el movimiento de los distintos mecanismos que me hacían culpable de uno de los actos más atroces del último tiempo.
Tengo que prepararme, pensé. Tengo que estar listo para cualquiera de las opciones que vaya a elegir. Tengo que pensar en como hacer que nadie lo note. Voy a tener que esconder la evidencia, tal vez el fuego, mi peligroso enemigo moral, convierta la evidencia en cenizas irreconocibles, nadie sabrá lo que pasó aquí. Por otro lado, en caso de la otra opción, todo es mucho más complejo. Tendré que conseguirme muchos documentos falsos. No sé con quienes tendré que hacer alianzas para poder seguir con esto. En cualquier caso, los dos son muy complejos, especialmente el segundo. No tengo idea de que voy a hacer. Si existe un Dios, en verdad le pido clemencia y ayuda. No puedo seguir viviendo con esta culpa. Ni podré seguir viviendo con la otra opción, no de la misma manera.
Sin embargo, ¿De la otra forma no sería demasiado injusto? O sea, ni siquiera le voy a dar una oportunidad, que tal si quiere seguir así, que pasa si no le importa los problemas, quiera seguir adelante. No sé que hacer, esto es demasiado complejo para mi. Tal vez fui demasiado egocéntrico, tal vez fui demasiado confiado. En verdad que no veo mucho futuro a esto. Siete semanas tuve para pararlo, tal vez más, y no lo he hecho. ¿En verdad quiero seguir? ¿O es demasiado para mi y terminó?.
Las maquinas siguen estables, no hay ningún problema. Deberían funcionar hasta mañana. Además, ya es hora de irse, deben de preocuparse de que no vuelva. El reloj marca las 7:02 pm. Saca las llaves del bolsillo, silenciosamente. Un suspiro atravesó su garganta, irritada de tanto llorar. Debería lavarse la cara y tratar de pasar inadvertido, sus cicatrices pueden delatar que algo va mal, y si alguien se llegaba a preguntar, y lo acosaba lo suficiente, podría ver lo fácil que es manipular a alguien en ese estado. Lo habría sabido todo. Y si alguien más se llegaba a enterar, podrían haber muchísimos problemas, más de lo que el mismo científico se planteaba en sus atormentados y más pesimistas pensamientos.
Y cuando se paraba el biólogo Litt Sabonska para salir del pequeño y caluroso laboratorio, unos pequeños ojos lo veían a través del vidrio del tubo, o por lo menos parecían verlo. Un pequeño cuerpecillo flotaba apaciblemente en el líquido artificial, fruto de espermio y ovulo anónimos, que originarios de algunos que nunca sabrían que un error de un científico creo a un nuevo ser, sin ellos saberlo. Nadaba en el líquido, con un amnios artificial, y un cordón conectado a una máquina, inconciente de los tormentos que iba a pasar, sin tener una sola idea de todo lo que significa que ella esté viva.

Stein Sotsub

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